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lunes, 21 de marzo de 2011

Pensódromo 5/3/11: VANIDAD

Aunque no tengo el audio correspondiente, por lo menos dejo aquí un artículo para que sepáis los temas que traté respecto a la vanidad, para la audiencia de Cope Cataluña. Si consigo el audio lo colgaré más adelante.

Pensódromo 5/3/11: VANIDAD

El ejemplo concreto sobre el que me propusieron la entrevista sobre la vanidad en abstracto fue el de una anécdota sobre el entrenador del Real Madrid. En respuesta a la pregunta de si acabaría en el Málaga como su antecesor, Pelegrini, Mourinho contestó que nunca, que iría algún equipo grande de Italia o Inglaterra.
El diccionario RAE, en lugar de definición, para la vanidad da una serie de sinónimos que nos llevan a la arrogancia y de ahí a, por fin, una definicíon, la de soberbia:

soberbia.
2. f. Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás.

Parece que el caso propuesto encajaría, ya que se menosprecia la hipotética oferta del Málaga.

Es interesante la forma de defenderse que tuvo después, volviendo a aquello de su sinceridad contra la hipocresía del mundo. De esto hablamos el día de los insultos. La sinceridad no implica menosprecio necesariamente. Lo que está ejerciendo no es sinceridad, sino vanidad, soberbia, porque da a entender que es tan bueno que no puede acabar en algo tan malo, se sobrevalora a sí mismo y menosprecia al resto.

Por otro lado, es curioso que esta sección sobre la vanidad se emitiese justo el fin de semana de carnaval. Y es que precisamente un martes de carnaval fue cuando se desarrolló la famosa “hoguera de las vanidades” organizada por el monje dominico Savoranola, que gobernó la efímera República Democrática de Florencia en la época de Maquiavelo. Allí ordenó quemar todos los lujos, espejos, maquillajes y demás objetos relacionados con la vanidad, llevado por su fervor religioso, incluyendo obras de arte y libros.

Tal vez otro extremo también indeseable. ¿Cómo hallar un punto medio?, vayamos a la historia de la filosofía.

Creo que hablando sobre vanidad quien se nos viene a la cabeza rápidamente es Nietzsche, el filósofo que afirmaba escribir para quienes aún no habían nacido. En su libro “El paseante y su sombra” titula el aforismo 181 así: “La vanidad, lo más provechoso”...
Dice allí que el hombre fuerte advierte que “no le mantiene o le derriba lo que es, sino lo que se le estima, ahí está el origen de la vanidad. El poderoso busca por todos los medios aumentar la creencia en su poder.”
De ahí deduce que mayor será la vanidad cuanto más sensato se sea, porque es mucho más fácil aumentar la creencia en el poder que el poder mismo, eso sí, para quien tenga el ingenio de ser astuto y retorcido...

Como todas las proposiciones de Nietzsche, ésta es bastante escandalosa, y seguramente nos provoque y empecemos a intentar rebatirla. Eso es lo mejor de este autor, siempre provoca ponerte a hacer filosofía, aunque sea en su contra.

El consenso a lo largo de la historia de la filosofía (pongamos por ejemplo a mi querido Epicuro) ha estado en la postura opuesta: la vanidad no es ningún provecho. Si se depende más de la opinión de los demás (como vimos el día que hablamos de la fama) que de lo que uno es, no se tiene el control de la vida y la felicidad propias, y eso no es provechoso.

La clave es que en ese párrafo Nietzsche también habla de que los sometidos consideran que valen lo que valgan para el poderoso-vanidoso. Su propuesta es abandonar ese grupo, el de esclavos, pasar a ser tu propio señor, a acercarte al superhombre.

Para conseguir ser autónomos, responsables, adultos, necesitamos esa llamada a la vanidad entendida como valoración de uno mismo por uno mismo, siempre que no nos lleve al menosprecio (como decíamos antes) ni a una sobreestimación de nuestras propias capacidades que nos pueda llevar a la frustración (como ilustración de esto supongamos un final sin títulos para el ejemplo inicial de Mourinho, con sus declaraciones excesivamente vanidosas se abría cerrado muchas puertas).

CONCLUSIÓN

Como siempre una llamada al punto medio, como desde Aristóteles o Buda se repite por todas partes en Filosofía. La autoestima es necesaria, pero no hasta llegar al nivel del menosprecio ajeno ni de un envanecimiento propio que nos autoengañe, es decir, sin caer en la vanidad.

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